Mientras sectores opositores insinúan que la licencia del presidente es una retirada táctica, otros destacan un gesto ético en medio de una causa judicial sensible.

La licencia tomada por Marcelo Moretti como presidente de San Lorenzo desató un debate que atraviesa al club, los medios y las redes. ¿Es un gesto de transparencia o una estrategia para desentenderse? ¿Se corre para cuidar al club o para protegerse?

Desde algunos espacios opositores —y ciertos influencers funcionales a esa narrativa— se ha instalado la idea de que Moretti “se esconde” o “huye del conflicto”. En redes sociales circulan mensajes que equiparan licencia con culpa, e incluso se sugiere que deja un vacío de poder para el avance de otras facciones.

Sin embargo, hay una lectura distinta, que gana terreno entre quienes ven la política con otros ojos: Moretti eligió apartarse mientras avanza la investigación sobre el escándalo mediático de la presunta coima. En lugar de atrincherarse en su cargo —como han hecho muchos políticos argentinos para conservar fueros o influencias—, optó por despejar cualquier sombra de interferencia institucional.

El caso tiene aristas complejas: una denuncia mediática sin sustento legal firme, un video difundido por redes que fue ofrecido por dinero a periodistas, y una investigación que aún no definió responsabilidades. Mientras tanto, Moretti sigue bajo licencia, sin intervenir ni condicionar a quienes deben investigar.

Hoy, la pregunta que flota en el aire es clara: ¿la licencia será leída en el futuro como una maniobra política hábil o como un gesto ético inusual?